Encapuchado, con un trapo que olía a podrido, entré a mis nuevas dependencias. El aire había cambiado de temperatura, el frío llegaba hasta mis huesos y la humedad entraba por las paredes. Cuando pude ver sus caras, ya estaba rogándoles clemencia. Las cosas se ven de diferente manera atado a una máquina de tortura. Cuando el dolor es insoportable, la mayor mentira se convierte en verdad y la mayor verdad en mentira. Cuando cesa el dolor comienza una nueva penitencia, una penitencia moral, peor, incluso, que la física, hasta que llegue el final.
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