RECOGESUERTES.
El hombre sacaba a su estirado dogo todos los días a la misma hora. Los problemas de estreñimiento del dueño no los compartía el perro. Cómo un reloj dejaba el regalo habitual al desgraciado árbol. Cómo todos los días, su dueño recogía el obsequio sin reparar que estaba privando de siete años de fortuna a los despistados transeúntes.
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